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martes, 11 de diciembre de 2012

EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA visto por Francisco Fenoy

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EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA 
visto por Francisco Fenoy

Yo sólo puedo decir la impresión que me ha causado en poemario "El destino nos ata y nos desata", de Juan Calderón Matador. En primer lugar, que para ser en verso blanco, he encontrado una cadencia como la que se puede encontrar entre los mejores poetas, de primera línea. Para mi punto de vista, en el manejo del verso, considero a Juan un  maestro. En la primera parte, La inquietud de la espera,  creo que para personas no acostumbradas a lecturas de versos, es posible que encuentren más cadencia, por ser esta más descriptiva, mientras que la segunda y tercera son más reflexivas, pero para los que leemos versos, todo el poemario tiene la misma altura.

Otra ventaja que puede tener el lector de la primera parte sobre las otras dos, es que, aunque sea un solo poema toda ella, se pueden leer independientemente cada uno de sus fragmentos; claro está, si se contemplan en su conjunto su lectura resulta más esclarecedora y el lector quedará más satisfecho. Sien embargo la segunda parte, Los que fuimos antes de  que la barca cruzase a la otra orilla, teniendo tanta calidad como la primera, yo aconsejaría a los lectores que no lean los poemas de forma fragmentada, es mejor leer de forma seguida todo el conjunto, lo que ayudará a su comprensión, ya que leídos de forma individual podrían parecer incompletos, como introducciones o finales, es decir que no tuvieran desarrollo.

En la tercera parte, Cerrando el círculo, nos encontramos con algo parecido a lo que sucede en la segunda, pero aquí no sólo ocurre con los poemas breves sino que también  con algunos poemas largos, que parecen quedar como unión de fragmentos del anterior o aclaraciones para entender el posterior, por lo que también aconsejo leerlos de corrido. 

Me agrada mucho la cadencia, el lenguaje sencillo y pulcro utilizado por el poeta, y su forma delicada de tratar los pasajes eróticos. 
Mi enhorabuena al maestro, Juan Calderón, y un abrazo de este amigo que admira su arte.
Francisco Fenoy.     



martes, 4 de diciembre de 2012

RESEÑA DE ELENA MARQUÉS DEL POEMARIO "EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA"


RESEÑA DE ELENA MARQUÉS DEL POEMARIO "EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA"

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RESEÑA DE ELENA MARQUÉS DEL POEMARIO
"EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA"

Desde el endecasílabo del título hasta el último verso del poemario, desde las citas que encuadran y desenmascaran cada una de sus tres partes, equilibradas tanto en número de versos como en esperas y encuentros, el último libro del escritor Juan Calderón Matador, que exquisitamente y con el cariño de siempre edita Ediciones Cardeñoso, nos sumerge en una poesía íntima y sensual en la que sentirnos náufragos y a la vez rescatados. Es difícil, al tomarlo entre las manos, hacer una pausa, apartar la vista de sus apenas ochenta páginas, dejar de leer y releer sin abandonarnos a su ritmo, a esa sucesión sonora de versos libres pero sujetos férreamente al acento que los guía y los conduce.
El poemario El destino nos ata y nos desata, prologado por otro poeta no menor, Blas Pizarro, no deja nada al descuido. Su primera parte, “La inquietud de la espera”, nos mantiene precisamente expectantes, que no inquietos, desde sus citas de Benavente o de Cernuda, y, ya en su primera composición, “Corriente”, cuyos versos, como las aguas del río, nos mecen y nos sitúan frente a “ese destino que nos ata” y nos arrastra, cual los hados antiguos, al resto de la vida, se aprecia a un escritor que bebe de las fuentes clásicas y se sienta, al mismo tiempo, junto al resto de sus contemporáneos. Porque Juan Calderón Matador renueva en sus poemas los símbolos eternos de la literatura universal, y así aparecerán el agua, modelando al hombre (“Lluvia”) o zarandeándolo (“Torrentera”), o incluso entorpeciéndolo (“Llanto”); el fuego como pasión, en “Pavesas” o en “Incendio”; el “Laberinto” como punto de inicio...;metáforas inamovibles por las que el autor opta como en un reconocimiento de las ataduras del hombre y, por qué no, del escritor.
Algún crítico avezado podrá decir que quizás las imágenes y los símbolos de Juan no son nuevos ni originales; pero, realmente, su poesía, repleta de sentimientos y vivencias, no necesita nada más. Son las palabras justas para transmitir la única verdad: la inquietud del Hombre ante su destino, la extraña sensación de haber vivido, la necesidad de encontrar y encontrarse. Y, por supuesto, y remedando a san Pablo, colocando «por encima de todos ellos, el Amor».
Porque, si el autor se aferra con coherencia a sus imágenes y a ciertas palabras que se repiten con obsesión, no es por pobreza léxica o por cansancio, sino para dejarnos las pistas, las “Señales”, las “Claves” y los “Signos” que nos hablen de sus prejuicios y sus miedos, sus estados del alma, desde la “Espera” al “Regreso”, desde la inquietud y la esperanza de sus primeros poemas al movimiento para cumplir al fin su “misión oculta bajo el fémur” con que cierra el poemario en un “Pacto” solemne con la persona amada.
La poesía de El destino nos ata y nos desata es una poesía íntima, en que apenas asoman la voz del poeta y la sombra de ese ser incierto y amoroso al que busca y con el que comulga en encuentros sucesivos; es, nadie podrá sustraerse a ello, una poesía visual, en la que el color nos acompaña como una faceta más de su polifacético autor (que no solo dibuja con palabras, sino también con pinceles, con luces y sombras en sus lienzos y papeles de la vida diaria),y es, por último, una poesía “elemental”, en la que las fuerzas de la naturaleza  confluyen continuamente: agua en forma de río o de lágrima; tierra por la que viajar o retozar; fuego en el que quemarnos; aire que nos transmita la voz y las imágenes, y los olores, también, de su pasado. No en vano el autor deja rezumar los aromas y sabores de su niñez (“Olor”), de todas sus vidas anteriores, en una mezcla de recuerdo y deseo, en una profusión de versos distribuidos en su justa medida, en frascos a veces diminutos y frágiles que es preciso leer en voz muy baja para no despertar a su atadura casi hipnótica.
Por ser diminutos y concisos, como señala el prologuista, hasta los títulos son un ejemplo de contención, un signo inequívoco de su búsqueda del término exacto y atinado, de la palabra viva y trascendente; de comunicar, al fin, que para eso escribe el Hombre. Muchos de sus poemas se centran precisamente en la palabra(“Libretos”, “Signos”, “Claves”, “Grito”, “Nombre”), como una necesidad de encontrar respuesta a las “Trampas” y los “Enigmas” a los que es preciso en la vida, como en el “Laberinto” del amor, enfrentarse. Y, si es posible, encontrar la salida.
Sin embargo, no pocos de sus poemas nos sumergen en la desesperanza, como en el caso de “Luz”, donde, contrariamente a lo que el lector pudiera pensar por el título, se nos presenta a un suicida sereno. O el siguiente, “Grito”, donde también nos enfrenta a la muerte. No ha de ser casualidad que sus versos más tristes se concentren en esa segunda parte, “Los que fuimos antes de que la barca cruzase a la otra orilla”, donde, como un ave fénix, el poeta decide finalmente renacer, sin saber ni importarle “cuándo el reloj, cuál el calendario”, para cerrar categóricamente el círculo en el encuentro definitivo ya augurado en las citas de Walt Whitman o Leopoldo Panero con que se abre su tercera parte, donde al fin reconoce las “Señales” y descifra los “Mensajes”, donde descubre la vida en “torrentera apacible”, “como un racimo dulce de ternura”,hasta llegar a la tierra prometida (“que el nómada que era/ halló su palmeral definitivo”).
Realmente la lectura de este breve poemario es dulce, deliciosa, apacible aun en sus versos más duros; cosa que agradecemos aquellos lectores que seguimos creyendo que el Arte debe ser, por encima de todo, estética, placer visual y sensorial. Belleza, en definitiva. Y descanso.
Lo único que nos queda desear a los lectores es que no considere Juan Calderón que con ese “Cerrando el círculo”, presagiado ya en “Presentimiento”, donde aún los temores antiguos se hacen carne (“Este miedo me viene de otro siglo”), puede descansar y dar por terminado su trabajo, sino que, después del tan ansiado encuentro, se siga sintiendo impelido a emprender un nuevo y extraordinario viaje poético con que alegrarnos las largas tardes de todos los inviernos.


martes, 27 de noviembre de 2012

ARTÍCULO DE OPINIÓN "El destino nos ata y nos desata" Por Amelia Peco Roncero


ARTÍCULO DE OPINIÓN "El destino nos ata y nos desata" Por Amelia Peco Roncero

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ARTÍCULO DE OPINIÓN 
"El destino nos ata y nos desata"

Por Amelia Peco Roncero


Fue en este verano de 2012 cuando me llegó el libro: “El destino nos ata y nos desata” de Juan Calderón Matador.
Era para mí la opera prima de dicho autor. Lo abrí al azar porque es así como me gusta descubrir un poemario cuando me enfrento a él por primera vez. Siempre confío en ese poema elegido al azar porque, probablemente, los siguientes sean de la misma calidad, o no.
Así fue como llegué a este libro, del cual daré la opinión que me ha merecido su lectura. No hablaré del contenido por coincidir en el análisis que hace Blas Muñoz Pizarro y sería repetirme.
Sobre lo que es poesía, en estos últimos años de cambios, en cuanto lo que es o no es una obra de arte, hay mucho que cortar y, no siempre, ni los mismos poetas estamos de acuerdo en definir exactamente tal concepto. Por tanto, hablaré de mi percepción, como no podía ser de otra manera.
Como les decía, cuando abrí el libro de Juan Calderón y leí ese primer poema: “Sentimientos” Fuerte es el  viento que me empuja/ en dirección al hueco de tu pecho/. Sentí que el siguiente verso me invitaba, por su cadencia, a seguir leyendo.
Al terminar de leer dicho poema recordé uno de los párrafos escritos, en El Nombre de la Rosa, por Umberto Eco, sobre la belleza con respecto a la luz; cito textualmente: Porque de tres cosas depende la belleza: en primer lugar, de la integridad o perfección, y por eso consideramos feo lo que está incompleto; luego, de la justa proporción, o sea de la consonancia; por último, de la claridad y la luz, y, en efecto, decimos que son bellas las cosas de colores nítidos. Y como la contemplación de la belleza entraña la paz, y para nuestro apetito lo mismo es sosegarse en la paz, en el bien o en la belleza, me sentí invadido por una sensación muy placentera…
Un concepto similar me arrastró a seguir leyendo la serie de poemas que conforman el libro de Juan Calderón; en este caso, para mí, el sentido era más amplio, ya que las palabras me llevaban a la luz, al ritmo, a la sintonía y a la armonía.
Las palabras en este poemario, son como un río que fluye, están colocadas de tal forma que tienes la sensación de que al autor no le ha llevado trabajo ni tiempo, llegar a colocarlas tal como están; recuerden aquello de la difícil sencillez…  Pues esto ocurre en El destino nos ata y nos desata, en cada uno de los poemas que lo componen. Cada palabra tiene su sintonía con la siguiente.
Aquellos que cada día trabajamos con las palabras sabemos lo arduo que resulta el camino que hemos de recorrer para encauzarlas, para saber dónde has de colocar cada una de ellas para dar al lector el mensaje que deseamos. Pero el más difícil todavía llega cuando nos enfrentamos a un texto poético, donde el concepto ha de alinearse con la forma para, así, llegar al ritmo.
Cuando leo un poema y el lenguaje y la forma funcionan al unísono, cuando la musicalidad me impulsa a seguir leyendo sin ningún tipo de tropiezo, no me cabe la menor duda de estar ante un texto poético, como es este caso, de calidad.

Quiero felicitar desde esta revista cultural a Juan Calderón Matador por su poemario El destino nos ata y nos desata.
Se ve en cada uno de estos versos que Juan Calderón siente amor por la palabra. Creo que lo ha dejado patente en este libro.
Y es que la palabra, cuando sabemos modelarla y hacerla ágil, la convertimos en una obra de arte.
Bajo mi punto de vista, en este poemario, el objetivo está conseguido.

viernes, 2 de noviembre de 2012

El destino nos ata y nos desata, reseña de Ana María Castillo Moreno


El destino nos ata y nos desata, reseña de Ana María Castillo Moreno



El destino nos ata y nos desata, reseña de Ana María Castillo Moreno

Leo y releo con curiosidad y deleite este poemario de Juan Calderón Matador y me reafirmo en la opinión que al acercarme sus primeras obras tuve sobre él: una persona dotada de una gran sensibilidad y buen gusto, amén de la  maestría necesaria para imprimir en sus poemas estas preciadas cualidades.
Hay en el prólogo que le dedica Blas Muñoz Pizarro un párrafo, el último, que resume de un modo bastante acertado el contenido y el continente de esta obra en particular y de su quehacer artístico en general: “…un viaje intenso hacia la verdad y hacia el amor. Y, sobre todo, un poemario en el que la palabra alcanza una madurez poética sorprendente: esa que consigue, si sabemos buscarla, en justa correspondencia, llevarnos a su altura y a su centro. Como el amor.” Espléndidas palabras. Esta obra de Juan Calderón es, ante todo, una expresión de amor hacia sí mismo, primero y, como prolongación de la reconciliación amorosa con uno mismo, una expresión de amor hacia la humanidad.
El destino, en efecto, nos ata y nos desata en un vaivén de búsquedas, encuentros, desencuentros, olvidos y memorias.
Antes de centrarme en la lectura, sentí curiosidad por conocer su estructura y me agradó ver que los poemas están agrupados en diferentes partes; lo cual me llevó a pensar en la existencia de un argumento, una progresión en el discurso, no una mera sucesión de poemas. Esta característica aporta a la obra la intensidad y la calidad de un trabajo meditado, interiorizado.
Al hojear el  libro, me llamó la atención la cantidad de citas con las que inicia cada una de las partes. Ellas sitúan al lector, de algún modo, en la antesala de lo que va a leer a continuación. Son reflexiones hermosas, tanto en la forma como en el contenido, pero en nada imprescindibles a la hora de aportar valor a este poemario, pues los poemas que lo componen se bastan por sí solos para dibujar el alma del que los escribe.
Por fin, me adentré en los versos. Fue llegar al tercero y sentir de inmediato la complicidad con el autor: “Es verdad/que el tiempo y sus conjuros nos robaron/el fuego del origen/…” Es este verso, “el fuego del origen”, el que despertó aún más mi curiosidad por conocer el contenido de este poemario. ¿Se referirá Juan al momento anterior al nacimiento, cuando elegimos, decidimos la vida que hemos de vivir? ¿Hablará este libro también de vidas anteriores a esta vida en la que repetimos encuentros, amores y desamores que al nacer olvidamos? Al acabar la lectura de este libro, así lo pienso. Al menos es el ángulo desde el que a mí me ha llegado. El poema, como toda obra de arte, tiene la mágica capacidad de transmitir tantos mensajes como personas se acerquen a él. Es más, a una misma persona, incluso al mismo autor, le despertará sensaciones diferentes en los diferentes momentos en los que lo lea.
Si tuviera que resumir el contenido de este poemario, diría que el mensaje es el siguiente: al nacer venimos con un destino elegido por nosotros. Cumplimos con este destino, la mayor parte del tiempo, de un modo inconsciente. Hasta que nuestra alma empieza a despertar, a recordar, a intuir que nada es casual, que todo viene a nuestra vida para completar el puzzle. Es entonces que empezamos a saborear el momento, a reconocer al otro, a reconocernos en todo y en todos. Es entonces que comprendemos que el origen y el final es siempre el mismo. Podríamos vivir miles de vidas y en todas ellas el objetivo sería uno: EL AMOR.

“EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESTA” está dividido en tres partes: La inquietud de la espera. Lo que fuimos antes de que la barca cruzase la otra orilla. Cerrando el círculo.

A lo largo de ellas, la distancia del autor frente al discurso es totalmente coherente con la imagen del círculo: comienza hablando en primera persona, continúa haciéndolo en tercera y finaliza de nuevo con la primera.

-En la primera parte, el yo se dirige a un tú.

El primer poema, “Corriente”, resume el sentido de la vida y deja bien clara su intención de vivirla, de saborearla: “que hay mucho que vivir/y el río corre en calma.”(pag.25)
Hay en esta parte poemas magníficos, como “Lluvia”, en el que nos dice que los años nos van modelando con la intención de lograr la sintonía que nos ayude al reconocimiento de lo que somos. Para alcanzar esta sintonía, es preciso tener “el zurrón vacío”(pag.29) y así, libre de ataduras, gozar de lo sutil, “Ya sólo me alimento de tu aroma”.(pag.30)
En los poemas “Presentimiento” y “Certeza” se expresa el vislumbre del conocimiento y luego la seguridad de lo presentido. Son poemas maravillosos en los que el autor nos sorprende con versos como: “Me pregunto cuál es tu nuevo rostro,/…/y sé que hemos de hallarnos/para cerrar el círculo/que no supimos concluir entonces.”(pag.34) “Borracho estoy de sol y espuma fresca/en esta soledad en la que espero/seguro de que hoy/regresarás de siglos.”(pag.35)
Hay un poema, el penúltimo, que llama la atención por su brevedad en comparación con los otros. Se trata de “Libretos”. Está sabiamente colocado casi al final de este período de búsqueda, porque en este instante de reencuentro con el otro se hace preciso comenzar casi de cero “en pergaminos nuevos”(pag38).
Termina esta primera parte con “Signos” y, dentro de él, con el verso “Abandona los lastres.” (pag39). No existe otro modo de acercarse al amor.

-En la segunda parte, habla en tercera persona.

Toma distancia y contempla a los amantes en otro tiempo, en otra vida, con otros rostros y otros cuerpos. A  través de poemas muchos más breves que los anteriores, nos da cuenta del gozo del encuentro amoroso y el dolor de la separación por la muerte. Impresionantes imágenes se suceden a lo largo de estos versos: “y el amor/ se quedó a medio hacer en los fogones.”(pag50),  “desde su traje/de tablas y barniz,/laberinto de rostros y carcoma,”(pag52), ”Ella se abrió la voz/con un muñón de hormiga…”(pag59), “Los pensamientos, como humo,/dibujan cicatrices en el tiempo.”(pag60).
Se habla de muerte y de un encuentro con la Luz. En el precioso poema titulado así, “Luz”, en el que se describe el encuentro con el Paraíso de un modo que sobrecoge por la delicadeza, la ternura.
Hay un solo poema, en esta segunda parte, en el que el autor deja de expresarse en tercera persona para dirige a un tú. Se trata “Reencuentros”. Aquí descubrimos otra de las claves del poemario: en otra vida, los amantes de ahora, también se habían amado y, a pesar de la muerte, algo que perdura en la memoria impulsa a “…planear reencuentros/fechados en ignotos calendarios.”(pag56)

-En la tercera parte, vuelve a manifestarse como protagonista del verso dirigiéndose de nuevo a esa segunda persona.
  
Se cierra el círculo. Los amantes se reconocen. Con este mensaje comienza: “Y ahora que ya sabes quiénes somos/regrésame a la llama, lumbre hazme.”(pág.65)
Destaca en esta parte un poema estupendo, SEÑALES, poema cuya brevedad, solo cuatro versos, contrasta con la extensión del primero y el tercero, entre los que está situado. No me resisto a escribirlo aquí: “Hay señales de Dios/en tu mirada./Mi vida es oración/a ese linaje limpio de tus ojos.”
  ¿Qué más se puede decir? Todo queda tan claro, la conclusión es tan sabia, tan completa…
Se suceden imágenes sugerentes, bien trabajadas, como en el resto del poemario. Por citar algunas: “…/poniéndole calor de corazón/al alabastro de la vida,”(pág.67) “Me aquieto en la hondonada de tu vientre/y allí, al amor del emparrado,/desgrano los pezones,  sin apremio, como un ramo dulce de ternura.” (pág71) “Tú me tejes los días/con las hebras de mosto de tu pubis.”(pág. 74)”Tu voz es un abismo/por el que me descuelgo amablemente/hasta el balcón del alba.” (pág.78)
Acaba con “Pactos”, en el que le insiste  a su amante en la seguridad de que se han reencontrado para cumplir con un pacto que ya no debe ser aplazado. Así que “Esta vez ha de ser definitiva,/cumplamos nuestros pactos legendarios.” (pág.81)

“EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA” es un poemario delicado, bello en el fondo y en la forma, profundo. Los versos se deslizan ante los ojos y los oídos del lector envueltos en un ritmo suave, sugerente, proporcionado por la sabia combinación de heptasílabos, pentasílabos y endecasílabos. Alternan en el libro poemas largos con poemas breves, siendo en estos donde, en mi opinión, la obra alcanza mayor lirismo.

Mi enhorabuena al autor y a todo aquel que tenga a bien acercarse a estos versos.


                                                  Ana María Castillo Moreno

martes, 23 de octubre de 2012

Reseña del poemario EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA, por Soledad Cavero


Reseña del poemario EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA, por Soledad Cavero



"Los dados del destino" Técnica Mixta  (Javier Bueno)

Reseña del poemario EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA,
por Soledad Cavero

Cuarenta y cuatro poemas, divididos en tres partes,  componen este nuevo libro de Juan Calderón Matador, titulado El destino nos ata y nos desata.
No sé si el poeta eligió este número por ser capicúa o lo hizo guiado por el  simbólico atributo que pudiera aportar a su obra. La capacidad que Juan Calderón tiene al descorrer el velo que oculta el misterio del amor, nos hace sospechar que no hay nada gratuito en estos versos. El poeta conoce bien el oficio y se sumerge de lleno en las turbulentas aguas del amor, sintiéndose arropado por el descubrimiento de lo verdadero. El destino es el enigma que el tiempo va desgranando, según sus propias sensaciones van acoplándose a la verdadera llamada del amor. El despertar de los sentidos ante la belleza de la entrega no conoce más camino que la autenticidad. Camino que no por ser a veces fácil deja de modelar el Ser como el agua modela la piedra más dura: “ Así los años/ sobre la piel nos rulan/con una decisión de modelaje”,  nos dice Juan arañando el paso del tiempo como vía de desarrollo interior y conocimiento de sí mismo. A veces  le atenaza el desaliento, como si el destino evanescente se diluyera en la opacidad de lo cotidiano, haciéndole regresar hacia el pasado:  “Contra un pecho que vive de añoranzas/ y esta vida con vocación de muerte”, expresa convocando el amor  en un  halo de ternura y desengaño al mismo tiempo. Desengaño translúcido porque al fondo de esa realidad existe un conocimiento de la realidad amorosa.
El paso de los años y  el poder de lo imprevisible van asociados  . El tiempo, según los instantes  vividos, se dispara o detiene dentro de la observación interior. El enigma del misterio amoroso  rompe fronteras para indagar en el NO tiempo  más allá del círculo de una vida: “Se ha detenido el tiempo/ que nos ata y desata,/ porque yo te conozco/ igual que tú me sabes”, manifiesta  en el último  poema de la primera parte, mucho más intimista que las otras.
En los poemas de la segunda parte Juan Calderón continúa con  cierta nostalgia : Se despide con tristeza de la perdida inocencia y recuerda que: “Los ojos de los muertos/ son un largo pasillo” No sin hacer regresar antes del silencio a la persona que en  momentos determinados  dejó sus  huellas marcadas para siempre. Las imágenes simbólicas de estos poemas nos conducen  hacia el pasado también, pero algunas lo hacen como desde el filo de un espejo en el que desapareciera al final la propia imagen. Hombre y mujer parecen enfrentarse a un  desafío . La interpretación del poema  “Nombre” (Pag,59)  por ejemplo, habría que hacerla  desde un abismo, dadas las  resonancias surrealistas que tiene. De ahí que ciertos poemas nos introduzcan de lleno en el misterio personal de la interpretación: “Ella se abrió la voz/con un muñón de hormiga y de la llaga/emergió como incendio/ un hombre varonil, que se hizo grande/ hasta engullirla entera”. El lenguaje, cargado de signos, aflora para hacernos profundizar en las múltiples asociaciones que contiene.
En la tercera parte el poeta aborda  con sencillez lo cotidiano del amor y los hechos de la vida. Escritos  estos poemas en segunda persona del singular la ternura emerge en el despertar de cada día “Huele a café y pan tostado./No hay rincón en la casa/ donde el amor no asome”,  afirma saludando la mañana agradecido. La vida es celebrada como un regalo, aunque  sabe que el amor es frágil y   el  viento puede  “Agrietar la techumbre”.  Sin embargo, el poeta asume  una vez más el  destino y  afirma convencido que traemos una “ Misión oculta”.
La desnudez  y conocimiento del  lenguaje utilizado, dentro del simbolismo que nos transmiten ciertos poemas, nos estimulan a seguir estas páginas  con verdadero interés . No en vano Juan Calderón ya tiene un largo recorrido poético. El libro se cierra con estos versos: “Hazme caso y permite que el amor/ haga su nido en nuestra playa”.

Soledad Cavero


sábado, 20 de octubre de 2012

OS INVITO A ESCUCHAR LA ENTREVISTA QUE ME HIZO EL PERIODISTA MIGUEL ÁNGEL DE RUS DE RNE CON MOTIVO DE LA PUBLICACIÓN DE MI POEMARIO "EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA"


El Periodista Miguel Ángel de Rus


Loreta García y Agustín Segovia recitan poemas de "El destino nos ata y nos desata"
en el programa ALBORADA de Canal Extremadura Radio, el día 21 de octubre






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Reseña de JAVIER BUENO (ARVIKIS) del poemario "El destino nos ata y nos desata", de Juan Calderón Matador


Reseña de JAVIER BUENO (ARVIKIS) del poemario "El destino nos ata y nos desata", de Juan Calderón Matador



Reseña de JAVIER BUENO  (ARVIKIS) del poemario "El destino nos ata y nos desata", de Juan Calderón Matador

El último poemario de Juan Calderón, "El destino nos ata y nos desata", se mueve por caminos poco transitados. El autor, en esta ocasión, nos invita a la reflexión sobre la transcendencia del ser humano, a ir más allá de la vida y la muerte, para encontrar respuestas al laberinto existencial de las relaciones humanas, al margen del modelo de vehículo de experimentación humana, de sensaciones y emociones, que nos haya tocado pilotar.

Este poemario que hace el nº 8 del autor, tal vez no sea casual, viene, como es obvio, después de otros 7. La vida se estructura en septenios, que constituyen por si mismos unas etapas vitales, en las cuales se debe realizar un determinado aprendizaje para la evolución del espíritu. Superado este periodo ya estamos listos para ser modelados. El poeta ha consumado esas etapas y ha llegado a la madurez existencial, así nos lo hace saber al compartir con nosotros unos versos de impactante hermosura. En este tránsito por el espacio - tiempo, vida - muerte, tal vez queden sólo bosquejados aspectos ocultos de la esencia humana. Quizás el autor deba seguir indagando en estos mundos paralelos,  para que nos ofrezca más información sobre los mismos en otro poemario, en donde el 8 aparezca tumbado. Pero, seguramente, todavía debemos esperar, él y nosotros, a otras vidas donde, tal vez, se superponga el continente al contenido.
¡Enhorabuena! y gracias por este bello regalo.
                                                                                                        Javier Bueno Jiménez


domingo, 14 de octubre de 2012

EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA, de Juan Calderón Matador. (Una propuesta de análisis, por Ricardo García Fernández)





EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA, de Juan Calderón Matador.
(Una propuesta de análisis, por Ricardo García Fernández)

   El nuevo poemario de Juan Calderón Matador, El destino nos ata y nos desata, es el planteamiento lírico de una concepción amorosa. A lo largo de su lectura, los poemas funcionan como las distintas piezas de única manera de entender el amor, tema principal de la obra. Este sentimiento, como se verá a continuación, se caracteriza por la pureza, la fidelidad, el carácter platónico y una combinación perfecta entre espiritualidad y sexualidad, expresándose siempre a través de la serenidad y la reflexión con unos recursos formales que entretendrán a cualquier analista.
   La pureza de este amor se hace patente en cuanto se levanta como una emoción cuya fuerza no se ve reducida al género. El sujeto poético tan pronto se expresa en femenino como en masculino; y la figura amada, es amada ante todo sin importar si es masculina o femenina (Me pregunto cuál es tu nuevo rostro,/ si serás Él o serás Ella). Podría interpretarse como bisexualidad, si se quiere, o como la superioridad del amor por encima de  prejuicios y convenciones.
   A pesar de que múltiples rostros amados (imagen obsesiva del autor) se entrecrucen, siempre queda la sospecha de que sean el mismo con distintas formas; se reniega de aquellos que no cumplen esta creencia; y el canto a la fidelidad es una constante. Para reparar en ella bastaría con analizar las imágenes que se refieren a las personas que podrían irrumpir en la relación: una alimaña que canta “melodías de sangre y de colmillo”, una mujer haciéndose pavesas “entre sus propias llamas”“ladrones/ que puedan sustraer nuestro rescoldo”“pájaros hambrientos” que buscan la rapiña…
   El carácter platónico se manifiesta en las numerosas ocasiones en las que se presenta una búsqueda amorosa en continua oscilación entre lo alcanzable y lo inalcanzable. Predomina el enamoramiento repentino, profundo y luminoso; la alarma de su fugacidad y el deseo de que permanezca. Y, ante todo, lo que se expresa con más insistencia es la idea de que el enamoramiento equivale al reencuentro con el ser amado de una vida anterior, ya olvidada: “Dime, si es que lo sabes, / en qué lugar lejano/ asumimos la vida codo a codo./ El tiempo,/ travieso duende,/ nos ha borrado el rastro de otros ciclos”.
            La espiritualidad cubre por completo el tratamiento amoroso hasta el punto de poder hablar, sobretodo a partir de la segunda parte del poemario, de misticismo. De esta manera, a la unión amorosa se le llama “comunión”; en la mirada del amado se ven señales de Dios y la vida con él se entiende como “oración”. La sustancia embriagadora y placentera que coincide con el encuentro absoluto con el otro, denominada “licor” y repetida tantas veces por los místicos españoles, también aparece aquí. Sin embargo, en estos poemas el otro no es Dios, sino el amado; y no se refiere a una realidad abstracta tan difícil de desentrañar: “Antes de anochecer/ eran ya prisioneros/ de aquel dulce licor desconocido.”
   La utilización de la figura de Dios parece realizarse de una manera popular y folclórica. Cuando se le menciona se formula un deseo, encarnando la idea de destino o azar: “Dios mío,/ que no pase de largo.”
   Por otro lado, esta espiritualidad es combinada armónicamente con un fuerte erotismo de evidente carga sexual: “Ensalivo la flecha/ me hundo en ti”.
   El tema del amor, presente en toda la obra, despliega otros subtemas como el destino, elemento articulador de la concepción amorosa en cuanto al platonismo y la espiritualidad, y motivo evocador del título general; el paso del tiempo, preocupación por la que se invita al Carpe Díem amoroso; y la muerte. Algunos poemas, excepcionalmente, sorprenden por el tratamiento magistral de alguno de estos temas con independencia al del amor. Por ejemplo, aquellos que retratan a un suicida, a los avaros herederos de un fallecido, o a una mujer cuyas lágrimas por la pérdida del ser querido le impiden percibir la visita extraterrenal de este.
   Estilísticamente, esta temática se desarrolla mediante numerosas figuras. Entre ellas cabe destacar  la utilización del símbolo y la metáfora. La simbología más destacada es la de los elementos (aire, fuego, tierra y agua), que podría conducir a la clasificación de los poemas según el elemento dominante en cada uno de ellos, como también podrían clasificarse según los sentidos (vista, gusto, oído, olfato y tacto) presentes, que refuerzan la sensualidad y el erotismo del discurso. Aunque en menor medida, también llama la atención el uso de símbolos cósmicos, acorde con el misticismo y la espiritualidad, como el Cangrejo y el Carnero, designando sus respectivos horóscopos.
   En cuanto a la utilización de metáforas, predominan las que Victoria Escandell, entre otros, denomina “metáfora de identidad” y según la cual un primer término, imaginario, se une a un segundo, real, mediante la preposición “de”: “con las hebras de mosto de tu pubis”. En segunda posición, queda la metáfora unida a su término real mediante una aposición: “La vida,/ ese vaivén que lleva el río”.
   En otra ocasión se podrán desarrollar otras cuestiones, como el de la selección e innovación léxica en palabras como “calofrío” o“otoñeciendo”.
   Métricamente, esta poesía se caracteriza por el uso de un verso blanco, sin rima, cuya medida oscila del verso trisílabo al alejandrino, predominando el heptasílabo junto al eneasílabo y el endecasílabo, combinados con plena libertad en cada una de las composiciones. Se podrá observar que siempre es el verso el que se adapta al contenido y no al revés. Y que las unidades sintácticas coinciden con las métricas, logrando un equilibrio y una armonía casi renacentista, que se rompe a partir de la tercera parte del poemario, a través de numerosos encabalgamientos, sugiriendo el final de la obra, la ruptura del encuentro con el poeta, los suspiros que lanzan los desenlaces: “luego canta la noche/ el aria del adiós, mientras regreso”.
   El lector puntilloso reparará en algunas irregularidades métricas. Pero el lector doblemente puntilloso se percatará de su clara intencionalidad y el efecto que se logra mediante estos procedimientos. Por ejemplo, frente a la ausencia de rima se podrán encontrar algunas asonancias. En “Aún guardan las sábanas el eco/ de bravas galopadas./ Cajas sin fondo, los balcones/ le dan albergue al último jadeo.”, dicha asonancia evoca el mismo eco del que hablan los versos. Frente al sistemático uso de la sinalefa, en ocasiones se rompe. Así, refiriéndose al recorrido por el cuerpo amado, se dice en un endecasílabo “vereda a vereda, poro - a poro”, produciéndose una breve pausa al final del verso, emulando el ritmo lento del sensual recorrido. Incluso la ruptura de diptongos se llena de significado, como en el endecasílabo “girando un quitasol insinu - ante”, donde el alargamiento en la pronunciación de la última palabra, inspira el movimiento descrito en el contenido.
   En conclusión, y sin querer anular otras opiniones, podrá afirmarse que el lector, entre estas páginas, descubrirá numerosos hallazgos. Quien tenga un mínimo de sensibilidad, podrá disfrutar con su lectura y desentrañar no sólo una concepción amorosa y una visión general de temas universales, sino también una poética formal que analizar y, por qué no, también juzgar de aquí en adelante.
     Ricardo García Fernández                                                                                                   

lunes, 8 de octubre de 2012

Reseña de ISABEL DÍEZ SERRANO sobre el poemario, EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA, de Juan Calderón Matador



Reseña de ISABEL DÍEZ SERRANO sobre el poemario, EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA, de Juan Calderón Matador

Foto Internet

Reseña de ISABEL DÍEZ SERRANO sobre el poemario, EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA, de Juan Calderón Matador

Desde la sinceridad, debo decir que la portada del poemario "El destino nos ata y nos desata" no me ha gustado, más parece una llamada de atención o un reclamo, que no me parece de buen gusto. Se puede decir mucho o igual pero de otra forma, y no es porque me escandalice, ni hablar, a estas alturas...

Pasando de ahí, qué sorpresa tan agradable encontrarme con la poesía de Juan Calderón, siempre auténtica, desnuda, sin recovecos, poética y lírica, lirismo íntimo, muy íntimo pero muy encomiable. Él lo sabe hacer, nos lo había demostrado ya. Poemario de amor éste, donde sin embargo no nos importa saber si es él, o ella, una mujer y un hombre, o dos hombres, como nos confiesa sin pudor, y ahí estoy de acuerdo con el autor, cada uno es como es y todos tenemos cabida y derecho en este mundo que nos asola. Juan lo sabe decir, comunicar, emocionar. Imágenes sorprendentes encadenadas o escondidas incluso tras los versos, que es preciso adivinar, no importa. "Abandona los lastres" dice y uno entiende el significado. Sugiere mucho y eso es bueno; a través de su palabra nos va llevando a un mundo poético muy de agradecer, no desconocido -por supuesto- pero -menos trillado-

Felicito a Juan Calderón en el sentido de su sinceridad, la bella forma de decir, que sigue la línea de sus anteriores poemarios y que dan la talla de un gran poeta de nuestros días. Le deseo, de corazón, un gran éxito con este libro tan valiente y hermoso y que "el agua que lo habita" siga siendo ya y por siempre "torrentera apacible", que siga dándonos sus sílabas, sus versos, para poder "sobrevivir" y despertemos todos. 

                                                        Isabel Díez Serrano